A LAS CINCO.

Salgo del trabajo con alguna excusa, Camino a casa, a menos de dos minutos atravieso un parque abandonado, lleno de arboles frondosos, hogar de paso de toda suerte de animales treperos: ardillitas, iguanas,zorros (as), pajaros ; se siente muy fresco, doy pasos un poco apresurados evitando pasar justo en el momento en que a uno de aquellos se les dé por orinar o cagar. Supero la prueba, cruzo la calle, me detengo a comprar unas crispetas bajas en sal, y sigo, caminando y comiendo; costumbre de mala educación que tengo por la cual me averguenzo pero no dejaré de hacerlo. Subo a un pequeño boulevard "el de las palomas" me detengo, tiro uno que otro maiz inflado, sigo mi ruta, baja el sol, se siente mas fuerte el viento que ahora esta en contra mia, tanto que arrebata mi cabello hasta el punto de cubrir mi vista. Inhalo , exhalo y cojo fuerzas para empezar el ascenso, voy pensando. Llego al punto. Veo el parque rosado, así se llama, me adentro en el, empiezo a esquivar los aspersores, me detengo, espero y corro, camino, me detengo espero y corro, caí vencida porque algo de agua alcanza a mojarme. Ya voy a salir, miro a mi izquierda y en el tronco del viejo arbol hace poco talado observo toda clase de hermosos perros con sus acompañantes, empledos y jovenes domesticas que se reunen a pasear y exhibir los canes de sus patronos. Es su hora, es la de ellos y es la mia.